El medio ambiente acuático siempre ha fascinado a soñadores e investigadores. Alrededor de 1960, en medio de la feroz guerra espacial de la Guerra Fría, el explorador francés Jacques Cousteau desarrolló un equipo para desentrañar las profundidades del mar –como el Aqualung–, que permaneció tanto o más inexplorado que el propio espacio exterior. Él llegó a afirmar que en 10 años podríamos ocupar el fondo marino como "aquanautas", donde sería posible pasar largas temporadas, extrayendo recursos minerales e incluso cultivando alimentos. Sesenta años después, el lecho marino todavía está reservado para unos pocos, y la humanidad se ha preocupado más por las enormes cantidades de plástico en los océanos y el aumento del nivel del mar debido al calentamiento global. Pero estar cerca de una masa de agua sigue fascinando a la mayoría de las personas. Ya sea por interés o por la necesidad de ganar espacio en ciudades en riesgo de inundaciones o demasiado pobladas, en el archivo de proyectos de ArchDaily se han presentado propuestas utópicas e interesantes ejemplos de arquitectura flotante. Pero, ¿cuáles son las diferencias fundamentales entre construir casas en tierra firme y casas en el agua, y cómo evitar que estos edificios se hundan?
Desde Archigram a los metabolistas japoneses, los arquitectos también han pasado mucho tiempo preguntándose cómo podrían habitarse las aguas. Las propuestas de los años 60, centradas principalmente en Japón, desde Kenzo Tange hasta Buckminster Fuller, imaginaban un tejido urbano que se desplegaba flotando sobre el agua, combatiendo la falta de espacio y los altos costos del suelo urbano en la ciudad de Tokio. Aunque estas propuestas utópicas se quedaron en las mesas de dibujo, abundan los ejemplos de estructuras e incluso comunidades flotantes a través de la historia. Poco se dice, por ejemplo, de las islas flotantes del pueblo Ma'dan en las zonas húmedas del sur de Irak, que datan de hace más de seis mil años. En el Perú, encontramos las islas artificiales del lago Titicaca, construidas principalmente de totora, planta común en la región, que también se utiliza para fabricar embarcaciones y otras construcciones. Si hablamos de ocupación del agua, no podemos dejar de mencionar a Holanda, donde gran parte del territorio se encuentra por debajo del nivel del mar y, además de complejos sistemas de diques y molinos de viento, los edificios sobre el agua son omnipresentes.
Con el aumento ya comprobado del nivel del mar, impulsado por el calentamiento global, se espera que el planeta Tierra aumente su superficie cubierta de agua en los próximos años. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que, hasta el 2100, el nivel del mar puede subir entre 26 y 82 centímetros en todo el mundo. Kiribati, un archipiélago idílico en medio del Océano Pacífico, será el primer país en desaparecer por completo por la subida del nivel del mar. Algunos investigadores estiman que esto sucederá entre los próximos 10 y 15 años, y ya están en marcha algunos planes para reubicar a su población. Por mucho que existan corrientes que niegan que la humanidad pueda provocar cambios a nivel planetario, Naciones Unidas ha apoyado la investigación sobre ciudades flotantes para albergar a los llamados 'refugiados climáticos'. Una propuesta especulativa, Oceanix City, fue desarrollada por Bjarke Ingels Group, como una comunidad flotante resistente y sostenible, diseñada para acomodar a 10.000 personas, creciendo, transformándose y adaptándose orgánicamente con el tiempo.
Pero más común que las islas y las ciudades flotantes, son los edificios independientes que permanecen en el agua, sin una base directamente conectada al suelo. En los canales de Londres, Vancouver, Boston y otras ciudades, es común encontrar Boat Houses, algunas de ellas ancladas durante mucho tiempo, y otros que incluso pueden navegar y establecerse en otros lugares.
Las casas flotantes más antiguas se construían sobre troncos gigantes de especies de madera que naturalmente flotaban. Siguiendo el mismo razonamiento, una forma muy común de construcción flotante es a través de grandes barriles de plástico adheridos debajo de la plataforma de construcción. Así se construyó la Escuela Flotante en Makoko de NLÉ Arquitectos; un prototipo que buscaba mejorar la arquitectura y el urbanismo de las ciudades costeras de África, con el objetivo de crear casas flotantes, centros comunitarios y parques infantiles en el futuro. Desafortunadamente, el edificio terminó colapsando después de 3 años.
The Floating Piers, una de las últimas obras de Christo, desarrollada para la Bienal de Arte de Venecia en 2016, permitió a los visitantes del lago Iseo, en Italia, "caminar sobre el agua". Construida con 100 mil metros cuadrados de tela de color amarillo brillante, la instalación se sustentaba sobre un sistema modular flotante compuesto por 200 mil cubos de polietileno de alta densidad, ondulando así con el movimiento del lago. Usar flotadores o embarcaciones de poco calado (como el casco de un catamarán) para sostener una cubierta continua es una forma de sostener el edificio en toda la superficie del agua. En este caso, la flotabilidad de los soportes limita la carga máxima que pueden soportar.
Otro tipo de construcción flotante es el uso de flotadores de concreto. Existen dos soluciones para esto. La primera es utilizar grandes partes vacías en la estructura de concreto. El poliestireno expandido se utiliza ampliamente con este fin.
La otra opción es que el flotador de concreto termine flotando al desplazar el agua. Como un barco, el casco de concreto puede hundirse hasta un punto calculado. Evidentemente, el concreto debe estar muy bien construido para evitar grietas que puedan dejar pasar el agua. La gran ventaja es que es posible aprovechar gran parte de este espacio sumergido. Al igual que un cuenco sobre el agua, es posible agregar peso hasta que sus bordes estén muy cerca de las superficies. Por ello, es importante predecir una buena distribución de pesos y estudiar todas las cargas que compondrán el edificio. En el proyecto Watervilla, de +31ARQUITECTOS, se observa que prácticamente una planta completa permanece sumergida.
También existen las llamadas arquitecturas anfibias, que pueden ser interesantes en áreas que enfrentan inundaciones periódicas. Después de la inundación provocada por el paso del huracán Katrina en Nueva Orleans, los arquitectos de Morphosis desarrollaron un prototipo de vivienda que podía soportar tranquilamente una inundación. Es una casa aparentemente común, pero está unida a bolardos flexibles y descansa sobre cimientos de hormigón. Si el nivel del agua sube, puede subir y flotar. Las fijaciones a los postes de amarre limitan el movimiento causado por el agua. Una base, también llamada "chasis", integra todos los sistemas mecánicos, eléctricos, hidráulicos y sostenibles, y flota de forma segura en caso de inundación. Las estructuras anfibias no son estáticas; responden a las inundaciones como barcos en una marea creciente, flotando en la superficie del agua.
Los edificios de este tipo siempre demandarán soluciones especiales, especialmente para el suministro de energía y agua potable, el destino de las aguas residuales e incluso los residuos sólidos. Muchos de ellos buscan la autosuficiencia, especialmente cuando están lejos de la tierra. Si existe una conexión permanente, ya sea de acceso o de instalaciones, esta debe ser flexible, para que todo el edficio se adapte a las variaciones de nivel.
Es evidente que poner nuestras fichas en el desarrollo de soluciones flotantes, sin cambiar la mentalidad mundial con respecto al consumo de combustibles fósiles, la extracción agresiva de recursos naturales y la producción de desechos exacerbada, puede ser una tremenda tontería. Pero la ocupación de la superficie acuática puede brindar oportunidades y una calidad de vida que ni siquiera podemos prever hoy. Si tendremos que vivir en el agua o no en el futuro, es demasiado pronto para decirlo. Pero siempre es bueno aprender a nadar.